4º ESO

MODERNISMO: ANTONIO MACHADO Y RUBÉN DARÍO.




Dentro del movimiento literario modernista nos vamos a centrar en dos figuras literarias eminentes de las letras hispánicas: Rubén Darío y Antonio Machado. El primero, nicaragüense, merece el honor de ser el iniciador del Modernismo y el artífice de la renovación que experimentó la poesía española a principios de siglo XX; el segundo es nuestro mejor poeta modernista, ha pasado a la historia no sólo por la belleza y profundidad de sus poemas sino por su humanidad, su humildad, su sensibilidad… Murió solo en el exilio, en un pequeño pueblo costero de Francia, debido al apoyo que brindó a la causa republicana durante la Guerra Civil española.

Aquí tienes unos breves apuntes biográficos que esperamos te sirvan de ayuda para conocer mejor a Antonio Machado.
 
 
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”. En Sevilla nació en 1875. Su juventud corre paralela a la de su hermano Manuel (vida bohemia, viajes a París). En 1907 se traslada como catedrático de Francés a Soria. Allí se casa con Leonor Izquierdo, una muchacha de 16 años. Ambos van a pasar un año en París, pero Leonor enferma gravemente. Morirá en 1912. Antonio, desesperado, deja Soria y se traslada a Baeza (Jaén), y más tarde a Segovia. En esta ciudad reside Pilar Valderrama, nueva musa para Machado bajo el nombre de Guiomar.
 
 
Firme partidario de la República, tiene que exiliarse a Francia en 1939, muriendo ese mismo año en Colliure.

Machado fue un hombre humilde, ensimismado, de honda sensibilidad, tímido y solitario. Entre sus grandes aficiones estaba la literatura y  la naturaleza, la imagen del poeta caminando solo, observando el paisaje está presente en muchos de sus poemas.
 
En relación con su formación hay que destacar su pertenencia a una familia de ideas liberales y progresistas, en la que predominaban los intelectuales. De los ocho a los catorce años estudió en La Institución Libre de Enseñanza, de espíritu liberal y partidaria de innovaciones pedagógicas frente a la anticuada enseñanza oficial. Allí recibió una educación laica, que fomentaba el espíritu crítico, la tolerancia y el amor al trabajo. Una vez acabada esta etapa, en los estudios oficiales nunca destacó: el título de bachillerato lo obtiene tarde y no emprende  de joven estudios universitarios, se licenciará por libre en Filosofía a la edad de cuarenta y tres años. Sin embargo, su bagaje cultural  y su sensibilidad los adquiere de forma autodidacta, a través de sus lecturas, viajes, amistades…
 
En cuanto a su ideología,  se ha señalado su evolución hacia posturas más revolucionarias y radicales por el contrario a lo ocurrido con los escritores de la Generación del 98. Progresivamente tiende al “populismo”, es decir, se proclama siempre al lado del pueblo al que identifica con grandes valores; en este sentido, se mostró simpatizante de los movimientos obreros, la Revolución rusa, y partidario de la República, motivo por el cual tuvo que exiliarse.

Por último, en lo referente a sus ideas religiosas Machado no fue un creyente típico, sin embargo, en muchos de sus poemas deja constancia de su búsqueda, de su necesidad de Dios. Fue crítico con la religiosidad tradicional por considerarla poco auténtica y con el excesivo poder del clero en la sociedad española.

Estas fotografías te ayudarán a fijar en tu retina algunos  episodios y escenarios relacionados con este escritor modernista y miembro de la Generación del 98.

En este enlace tienes opción a varios trabajos sobre Antonio Machado http://machadianos.wordpress.com
También te invitamos a que leas detenidamente tres poemas de Machado.
El primero “Es una tarde cenicienta y mustia” trata uno de los temas fundamentales del poeta sevillano: la búsqueda incansable de Dios como medio que permite darle un sentido a la vida, a la existencia. A su vez refleja un sentimiento recurrente en su poesía: el dolor, la angustia. Era Machado un hombre triste, melancólico, de pensamientos profundos.

Es una tarde cenicienta y mustia.

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
               *
  Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tu eres la nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
  Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
  se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico 
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
Este segundo poema inicia el libro Campos de Castilla y viene a ser un certero retrato que hace el autor de sí mismo. Cuando lo leas seguramente descubrirás aspectos de su vida, de su carácter y de su mentalidad que ya has visto en la biografía anterior.
                                      Retrato
        Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
        Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
        Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 
        Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
        Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
        ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
        Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
        Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
        Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.


Este tercer poema está vinculado a un episodio trágico de la vida de Antonio Machado: la enfermedad de su esposa Leonor. Aunque en estos versos vemos que el autor conserva la esperanza de que su mujer se cure, lamentablemente no fue así. La joven Leonor muere de tuberculosis sólo tres años después de haberse casado con Antonio Machado. El poeta la recordará toda su vida y ella inspirará algunos de sus poemas más conmovedores. Aquí, como comprobarás, el olmo es un símbolo.

A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
        ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
        No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
        Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
        Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
 
En este enlace encontrarás información sobre Rubén Darío http://www.slideshare.net/veciana/rubn-daro-379841
Y en este poema emblemático del Modernismo verás con claridad todas las características propias del movimiento: la búsqueda de la belleza, la sonoridad, las sensaciones, el escapismo a través la recreación de ambientes refinados y exóticos, el gusto por lo legendario….
La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso olvidado se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe del Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
]o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

¡Calla, calla, princesa dice el hada madrina,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte ,
a encenderte los labios con su beso de amor!

¿Por qué crees tú que la princesa está tan triste? ¿Por falta de un ilusión, porque no es libre o porque no tiene amor?
                       
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bañado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

Busca información sobre el mito clásico de Leda y Zeus.